Almafuerte
Pedro Bonifacio Palacios
Escritor argentino
Almafuerte nació el 13 de mayo de 1854 en San Justo, Buenos Aires, en el seno de una familia muy humilde.
Falleció su madre y fue abandonado por su padre quedando al cargo de unos parientes. Tan sólo alcanzó a realizar estudios primarios.
Es maestro y director de escuelas durante la presidencia de Sarmiento; y a causa de sus artículos y poemas, fue cesado en una escuela.
Existen algunas recopilaciones de su labor poética: Lamentaciones, publicada en La Plata en 1906; Evangélicas, editada en Buenos Aires en 1915, y Poesías aparecida en 1916 con el prólogo de Juan Más y Pí, que había escrito en 1907 una laudatoria biográfica del autor.
En 1917 se publicó en Montevideo un tomo titulado Poesías Completas, con prólogo de Alberto Lasplaces.
Entre sus poesías más famosas aparecen: La sombra de la patria, Jesús, Olímpicos, Milongas clásicas, El misionero, Cristianas, Cantar de los Cantares, Sonetos medicinales, La inmortal y Dios te salve.
Almafuerte falleció en La Plata, Argentina, el 28 de febrero de 1917.
Obras
Lamentaciones
Siete sonetos medicinales
Evangélicas
Poesías
Poesías Completas
Nuevas Poesías
Milongas clásicas, sonetos medicinales y Dios te salve
La inmortal
El misionero
Trémolo
Cantar de los cantares
La sombra de la patria
Lo que yo Quiero
I
Quiero ser las dos niñas de tus ojos,
las metálicas cuerdas de tu voz,
el rubor de tu sien cuando meditas
y el origen tenaz de tu rubor.
Quiero ser esas manos invisibles
que manejan por si la creación,
y formar con tus sueños y los míos
otro mundo mejor para los dos.
Eres tu, providencia de mi vida,
mi sostén, mi refugio, mi caudal;
cual si fueras mi madre, yo te amo...
¡y todavía más!.
II
Tengo celos del sol porque te besa
con sus labios de luz y de calor...
¡del jazmín tropical y del jilguero
que decoran y alegran tu balcón!
Mando yo que ni el aire te sonría:
ni los astros, ni el ave, ni la flor,
ni la fe, ni el amor, ni la esperanza,
ni ninguno, ni nada más que yo.
Eres tu, soberana de mis noches,
mi constante, perpetuo cavilar:
ambiciono tu amor como la gloria...
¡y todavía más!.
III
Yo no quiero que alguno te consuele
si me mata la fuerza de tu amor...
¡si me matan los besos insaciables,
fervorosos, ardientes que te doy!
Quiero yo que te invadan las tinieblas,
cuando ya para mí no salga el sol.
Quiero yo que defiendas mis despojos
del más breve ritual profanador.
Quiero yo que me llames y conjures
sobre labios y frente, y corazón.
Quiero yo que sucumbas o enloquezcas...
¡loca sí; muerta si, te quiero yo!
Mi querida, mi bien, mi soberana,
mi refugio, mi sueño, mi caudal,
mi laurel, mi ambición, mi santa madre...
¡y todavía más!